El día siguiente de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia celebra el Inmaculado Corazón de María. Ambos corazones están unidos en el tiempo y la eternidad. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor y la alegría.
María es mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal. Venerar su Inmaculado Corazón significa reverenciar el corazón físico y su persona, como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios y a los demás.
Ella, quien meditaba y atesoraba todos los signos de Dios en su corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad profunda de nuestros ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.