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Domingo, 28 de mayo de 2023. 09:00 a.m. Escúchalo aquí

¡Muy buenos días a todos y feliz domingo! Comenzamos haciendo la señal de la cruz: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. AMÉN. Que la gracia y la paz de Jesucristo, el Señor, estén hoy y siempre con todos ustedes. Y CON TU ESPÍRITU.

 Queridos hijos e hijas: Hoy celebramos la fiesta del Espíritu Santo. En la letra del canto que escuchábamos se repite la palabra “Pentecostés”. Quizás algunos la oyen por primera vez, por lo que les aclaro que es un término griego que significa “cincuenta”. Y es que, durante 50 días, hemos celebrado la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Hemos vivido siete semanas de alegría y alabanza, en las que renovamos nuestra fe en la presencia de Cristo Resucitado en medio de nosotros. Al igual que les sucedió un día como hoy a María y los discípulos, el Espíritu Santo nos levanta de nuestro desaliento, ilumina nuestra oscuridad, fortalece nuestra debilidad, nos llena de su santa alegría y nos enciende en su fuego de amor. El Espíritu Santo será la resurrección continuada.

 

Escuchemos a continuación el relato de la Biblia donde se nos narra lo sucedido aquel día de Pentecostés. Hoy es el Padre José Grau, sacerdote que atiende el Hogar de Ancianos Monseñor Adolfo y la comunidad del Reparto Puerto Príncipe, quien nuevamente me acompaña y al que le pido nos haga la lectura bíblica.

 

P. Grau: Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 2, versículos del 1 al 13

 

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos los discípulos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintos idiomas, según el Espíritu los movía a expresarse. Se encontraban por entonces en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Todos, sorprendidos y admirados, decían: ‘¿No son de Galilea todos los que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua materna? Los que vivimos en Mesopotamia, Judea y Capadocia, el Ponto y Asia Menor, en Frigia y Panfilia, Egipto y la parte de Libia que limita con Cirene, los romanos que estamos de paso, partos, medos y elamitas, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las grandezas de Dios’.

Todos estaban asombrados y sin saber qué pensar y se preguntaban: ‘¿Qué significa todo esto?’. Pero algunos, burlándose, decían: ‘Es que están borrachos’.

PALABRA DE DIOS. TE ALABAMOS SEÑOR.

 

Cincuenta días después de la Resurrección, los discípulos están como congelados y, además, con las puertas cerradas y con mucho miedo a la gente que había crucificado a Jesucristo. Y todo ello a pesar de que habían visto cada domingo al Señor Resucitado que les había mostrado sus llagas, había compartido con ellos, les había deseado la paz un montón de veces, etc… Es verdad que en cada encuentro dominical con el Resucitado ellos se alegraban… pero no cambiaban. Todavía dudaban. No solo estaban paralizados sus cuerpos sino también sus almas. Afortunadamente van a salvarse porque se han mantenido juntos y en oración, acompañados por María, la madre de Jesús. El cambio se da, un día como hoy, cuando el Espíritu Santo, que Jesucristo les había prometido que los llevaría a la verdad completa y a entenderlo todo, viene sobre ellos.  Como hemos escuchado, hubo viento, ruido externo, signos sensibles de la presencia interna y operante del Espíritu. Va a empezar la vida de la Iglesia bajo el impulso del Espíritu que todo lo penetra y lo transforma.

Aquellos apóstoles que salieron huyendo el Viernes Santo, aquel Pedro que negó tres veces conocer a Jesús, aquellos que querían tener los primeros puestos, aquel Tomás que tuvo dudas de la resurrección de Jesús… ahora salen a la calle y hablan abierta y valientemente a todos llamándolos a la fe en el Resucitado.

Era el nacimiento de la Iglesia. Y para este comienzo, los dones o regalos del Espíritu Santo fueron especiales, extraordinarios, como fue el hablar en distintas lenguas pero que todos entendieran, curaciones múltiples, profecías, etc. Fueron regalos necesarios a la hora de poner los cimientos de la naciente Iglesia. Después, a la hora de continuar el edificio, cuando aparecieron otras necesidades, el Espíritu Santo regaló, y sigue regalando hoy, otros dones llamados ordinarios o comunes, que también iluminan, instruyen y aprovechan. Más que hablar en lenguas, invitan a la caridad, a la fidelidad callada, a la bondad abnegada, a la fortaleza en las tentaciones, a la fervorosa perseverancia en la oración, a la paciencia en el dolor o la enfermedad. El Espíritu lleva siglos invitándonos a hablar “otro idioma” que entiendan todos los que vivimos en este mundo, pero que sea un idioma distinto del que escuchamos a nuestro alrededor, y que más bien crea confusión. Quedamos confundidos cuando escuchamos decir frases como éstas: “lo mío, primero”, “defiéndete tú y déjame a mí, que yo me defiendo como pueda”, “ya nadie quiere a nadie”, “el que la hace que la pague”, “lo puse a la altura del zapato”, “lo hice talco”, “lo planché”, “me hicieron un número ocho”, “ojo por ojo y diente por diente”, “perdono, pero no olvido”, “él murió para mí”, “ése no levanta más la cabeza”, etc, etc.

Pero ¡qué distinto se vuelve todo cuando hablamos, y escuchamos hablar a nuestro alrededor, el “idioma” del amor, el idioma que nos inspira el Espíritu Santo! Del amor con palabras y con obras, del amor sin falsedad, que no busca su propio interés, que no espera nada a cambio. ¡Cuánto anima oír el “idioma” que se esconde en una sonrisa, una palabra de aliento, un apretón de manos, una palmadita en el hombro, un guiño con el ojo, un dedo pulgar levantado hacia arriba! Uno piensa que si hasta los animales saben distinguir muy bien quién los quiere y quién no, ¡cuánto más notarán eso las personas! Pidámosle hoy al Espíritu Santo ser de aquellos que hablen el “idioma” que construye, para que podamos entendernos los unos a los otros.

Queridos todos: También en nuestra vida diaria hay momentos imprevistos y repentinos en los que cometer un pecado o vencer la tentación de cometerlo se vuelve algo dramático. Igualmente hay momentos en que un cristiano se ve precisado a tener que dar la cara por Jesucristo, que nos lo había advertido diciendo: “Cuando a ustedes los lleven a los tribunales por mi causa, hagan el propósito de no preparar por el camino su defensa, porque el Espíritu Santo será quien hable por ustedes” (Mc 13, 11). Es, en esas circunstancias especiales, que el Espíritu Santo nos brinda, como ayuda para salir airosos, sus dones de la piedad, sabiduría, entendimiento, ciencia, fortaleza, consejo y temor de Dios.

 Con el siguiente canto le vamos a pedir al Señor que nos ilumine con su Espíritu Santo

 Invito ahora al Padre Grau a que nos ayude, con sus preguntas, a examinar nuestra conciencia. Yo, por mi parte, los invitaré a pedir, luego de las preguntas, el don o regalo del Espíritu Santo que necesiten.

 P. Grau:¿Alguna vez alguien te ha dicho que tienes duro el corazón? ¿Has llegado a ofender a Dios sin derramar una sola lágrima de arrepentimiento? ¿Te amas demasiado a ti mismo?

ARZOBISPO: Entonces pide hoy al Espíritu Santo el don de la piedad para que siempre mires a Dios como Padre, y a cada hombre y mujer como hermanos, hijos del mismo Padre Dios.

 P. Grau: ¿Pierdes la paz ante cualquier dificultad o problema? ¿El mundo se te viene encima ante una enfermedad, persecución o calumnia?

ARZOBISPO: Pide hoy al Espíritu Santo el don de la sabiduría para que aprendas a ver todo lo que te suceda con los ojos de Dios, y para que tengas un gusto especial para las cosas espirituales.

 P. Grau: ¿Estás viviendo la fe con frialdad, superficialmente? ¿Te da la impresión de que tu vida cristiana era mejor antes que hoy? ¿Lees la Biblia y no la comprendes? ¿Tienes dudas de fe?

ARZOBISPO: Entonces pide hoy al Espíritu Santo el don del entendimiento para que puedas penetrar profundamente los misterios de Dios, para poder tocar fondo en tu vida espiritual.

 P. Grau: ¿Tus criterios son sanos y certeros? ¿Los juicios que haces sobre ti y los demás son realmente cristianos? ¿Piensas que Dios te ha abandonado? ¿Confundes el bien con el mal, lo bueno con lo malo?

ARZOBISPO: Pide hoy al Espíritu Santo el don de la ciencia, para aprender a distinguir lo falso de lo verdadero en orden a la vida eterna, a saber juzgar rectamente y saber si lo que piensas o haces está de acuerdo o no con la fe que profesas.

P. Grau: ¿Estás frío o tibio espiritualmente? ¿Te da la impresión de estar paralizado en el camino de la fe? ¿Te sientes débil ante las dificultades y las tentaciones? ¿Hay en ti un pecado que se repite?

ARZOBISPO: Entonces pide hoy al Espíritu Santo el don de la fortaleza, que te hará resistir y aguantar frente a toda clase de peligros y ataques, que te dará fuerzas a la hora de tener que nadar contra corriente, de vivir el heroísmo de lo pequeño, o cuando tengas que sufrir el llamado “martirio a alfilerazos”.

 P. Grau: ¿Actúas con frecuencia de manera precipitada, sin buscar cuál es la voluntad de Dios? Cuando te sientes confundido ¿has pedido consejo a personas discretas, sabias y prudentes?

ARZOBISPO: Entonces pide hoy al Espíritu Santo el don del consejo, para que tengas luz y sepas en cada momento lo que Dios quiere de ti. Y busca conversar frecuentemente con alguien que te ayude a ser mejor.

 P. Grau: ¿Te ha dado miedo manifestar delante de la gente que crees en Dios? ¿Has ocultado tu fe? ¿Has tenido miedo de hablar de Dios en público? ¿Has negado a Dios?

ARZOBISPO: Entonces pide hoy al Espíritu Santo el don del temor de Dios, para que tomes a Dios en serio, y te des cuenta de que con él no se debe jugar. Que el Espíritu siembre en ti el tenerle miedo, no a Dios, sino a pecar, a pretender vivir sin el auxilio de Dios. Concretamente, pídele que te acostumbres a decir “si Dios quiere” ante cada proyecto de tu vida.

 Queridos todos: No son únicamente estos siete dones los regalos que nos brinda el Espíritu Santo. Son muchos más los que Él da a sus hijos. Cada persona, ustedes y yo, y los demás, hemos recibido algunos de ellos y cada persona debe ponerlos al servicio de todos, porque ésta es la hora del Espíritu. San Pablo nos enseña en la Biblia: “En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común” (1 Cor. 12, 7). En la misma comunidad a la que ustedes pueden pertenecer, el Espíritu Santo se manifiesta de muchas maneras: hay quien tiene el don de la música, de la atención a los enfermos, de la asistencia a los ancianos y necesitados, de los que ayudan a los presos y a sus familiares, de los misioneros que llevan el Evangelio casa por casa, de los que mantienen el templo abierto, de los catequistas, etc. Lo importante es poner esos dones al servicio de los demás.

 Si Dios te ha hecho el regalo de pertenecer a alguna comunidad, hoy también es el día de preguntarte: ¿Qué hago yo por mi comunidad?  ¿Voy a la iglesia con mentalidad de dar o sólo de recibir? ¿Soy realmente comunidad? ¿Conozco a los demás y los demás me conocen a mí? Si faltara a Misa un solo domingo, ¿alguien se daría cuenta de que falté? ¿Tendré yo enterrados los dones que he recibido del Espíritu Santo? ¿Qué más podría hacer yo por los demás?

 Vamos a presentar ahora al Señor nuestras peticiones, a las que los invito a responder rezando: “ENVÍANOS TU ESPÍRITU SANTO”.

 P. Grau: Para que el Espíritu Santo, con su don de la sabiduría, acompañe a los responsables en el gobierno de los pueblos para que busquen lo que conduce a la paz y al progreso, roguemos. ENVÍANOS TU ESPÍRITU SANTO.

 P. Grau: Para que el Espíritu Santo, con su don del consejo, ilumine a los responsables de las distintas Iglesias para que avancen en el camino de la unidad, roguemos. ENVIANOS TU ESPÍRITU SANTO.

 P. Grau: Para que el Espíritu Santo, con su don del entendimiento, descienda sobre todos los que buscan la verdad y el sentido de la vida, para que encuentren la respuesta en Dios, roguemos. ENVÍANOS TU ESPÍRITU SANTO.

 P. Grau: Para que el Espíritu Santo, con su don de ciencia, alcance a todos los que se dedican al estudio y a la investigación, para que siempre lo hagan al servicio de los demás, roguemos. ENVÍANOS TU ESPÍRITU SANTO.

 P. Grau: Para que el Espíritu Santo, con su don de la fortaleza, acompañe a los que sufren alguna enfermedad en su cuerpo o en su alma, roguemos. ENVÍANOS TU ESPÍRITU SANTO.

 P. Grau: Para que el Espíritu Santo, con su don de la piedad, nos haga a todos verdaderos testigos de la misericordia de Dios, roguemos. ENVÍANOS TU ESPÍRITU SANTO.

 P. Grau: Para que el Espíritu Santo, con su don del temor de Dios, nos ayude a todos a respetarnos unos a otros y a que tomemos a Dios en serio, roguemos. ENVÍANOS TU ESPÍRITU SANTO.

 ARZOBISPO: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Y RENOVARÁS LA FAZ DE LA TIERRA.

Oh Dios, que llenas los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. AMEN

 Pasemos ahora a la sección de la pregunta y su respuesta. 

En días pasados mi hija recibió un correo con una bonita oración y le pedían enviar esa oración a otras 50 personas, advirtiéndole que, de no cumplir con lo indicado, recibiría un castigo. ¿Qué piensa usted de esto?

 Querido oyente: Su hija recibió lo que se llama popularmente una “cadena de oración”. Algunas de estas “cadenas” pueden contener cierto lenguaje supersticioso y hasta amenazante, cuando sugieren al destinatario que una supuesta "bendición prometida" sólo usted la podrá recibir si la envía “a 50 personas más” o “si imprime 100 copias y las reparte a sus conocidos". Algunos correos incluyen amenazas como ésta: "Si rompes la cadena no enviando este mensaje en los siguientes 5 minutos, algo malo te podrá pasar"Ciertamente, las personas con una conciencia débil o que no posean una fe muy sólida, podrían caer en este tipo de superstición. Por eso le sugiero a su hija estar alerta con las negativas “cadenas”. No solo comete la falta aquel que cree en ellas, también lo hace el que la envía si éste tiene el conocimiento de que está mal.

Recordemos que una cadena de oración bien hecha como, por ejemplo, rezar por una persona conocida que está enferma, es una manera de compartir pedidos y compromisos de oración con otras personas y es un acto de caridad hacia el prójimo si se hace con recta intención, pero si se utiliza con otros fines agregándole elementos mágicos o supersticiosos, estaríamos haciendo algo que nada tiene que ver con nuestra fe católica.

 Ya al terminar nuestro encuentro dominical, rezamos la oración que Jesucristo enseñó, el Padrenuestro. PADRE NUESTRO….

Terminándose ya este mes de mayo, el mes de María, los invito a rezar estas pequeñas letanías a nuestra Madre del cielo. A cada invocación ustedes responderán rezando: RUEGA POR NOSOTROS.

 ·         P. Grau: Virgen de la Caridad, Salud de los enfermos. RUEGA POR NOSOTROS

·         P. Grau: Virgen de la Caridad, Refugio de los pecadores. RUEGA POR NOSOTROS

·         P. Grau: Virgen de la Caridad, Consuelo de los afligidos. RUEGA POR NOSOTROS

·         P. Grau: Virgen de la Caridad, Auxilio de los cristianos. RUEGA POR NOSOTROS

 Concluyo dándoles a todos la bendición de Dios, en especial a las madres ancianas y enfermas, a los matrimonios que no han podido tener hijos, a los cubanos que viven o trabajan en otros países, a los presos, a los deambulantes, a los que se sienten solos, y a los que se desaniman por tener que hacer tantas gestiones para resolver algún problema. Bendición que alcance también a los sacerdotes, religiosas, diáconos y seminaristas de nuestra Iglesia. 

Inclinen, por favor, sus cabezas. Que la bendición de Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes y los acompañe hoy y siempre. AMÉN.

 Les recuerdo que, con el favor de Dios, nos volveremos a encontrar el próximo domingo, a las 9 de la mañana, y por esta emisora provincial. Los animo a convertir este canto final en una oración.

 

¡QUE TENGAN UNA BUENA SEMANA!

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