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- Escrito por Arzobispado de Camagüey
- Categoría: ARTÍCULOS
- Publicado el 27 Julio 2020
Por Neidys Hernández Avila
Queridos hijos e hijas, abuelos y nietos:
Estamos celebrando hoy la fiesta de dos grandes santos, un matrimonio santo: Joaquín y Ana. Como sabemos, ellos dos, según la Tradición de hace siglos, van a engendrar y a cuidar una niña que será llamada “llena de gracia” por el ángel Gabriel y por millones de cristianos cada vez que rezamos el Ave María. A ellos dos nos encomendamos, una vez más.
De su matrimonio conocemos poco, hay textos, no de la Biblia, que hablan de trataron durante veinte años de tener un hijo y la alegría por fin llegó con un aviso: Ana concebirá y dará a luz un hijo de la que se hablará en todo el mundo.
También hoy es el día de los abuelos. En otros idiomas se les llama a los abuelos “gran padre” y a la abuela “gran madre”. Los abuelos son esas personas, como dijo aquel Cardenal, que si no existieran, habría que inventarlos. Los abuelos, como sabemos, son la memoria de un pueblo y los ancianos son como árboles que siguen dando frutos, dijo el Papa Francisco.
El propio Papa Francisco afirmó que fue sobre todo su abuela, la mamá de su padre, quien “marcó el camino de mi fe. Era una mujer que nos explicaba, nos hablaba de Jesús, nos enseñaba el catecismo, nos llevaba a la procesión del Viernes Santo y cuando pasaba el Cristo yacente, nos hacía arrodillarnos y nos decía ‘Mires, está muerto, pero mañana resucita’. Las palabras que mi abuela me envió por escrito el día de mi ordenación sacerdotal, aún las llevo conmigo siempre en el breviario y las leo a menudo y me hace bien”.
San Pablo a su discípulo Timoteo, escribe lo siguiente: “Tengo presente la sinceridad de tu fe. Esa fe que tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice”. Quisiera ahora leerles una anécdota que se les repartió en un papel.
Queridos hijos, ustedes han hecho un triduo como preparación a esta fiesta. Ustedes escogieron a tres mujeres que aparecen en la Biblia para reflexionar sobre sus vidas cada día. Concretamente, a Ana, la madre de Samuel; a Ana, la profetisa que estaba en el templo y recibió a Jesús siendo un pequeño niño; y a Isabel, la prima de María. En la Iglesia, ustedes hubieran podido escoger a otras mujeres también grandes. Por ejemplo, aquella viuda que echó en la alcancía del templo las únicas dos moneditas que tenía y aquellos discípulos de Jesús estaban distraídos mirando la belleza del templo, los adornos, etc. Jesús les llamó la atención sobre esta viuda que echó todo lo que tenía porque era una viuda que pasaba necesidad, mientras que los otros daban de lo que les sobraba.
La Iglesia cubana y camagüeyana podría unir a esa lista de grandes mujeres como Ana, o como esta viuda sin nombre del Evangelio, y nosotros podíamos ponerle un nombre a cada día. Permítanme leerles algunos: Clara Téllez, Carlota, Flor de María Sarduy, María Itsel, Ana Gloria Herrera, Delia Mosquera, Manuela Bello, Florinda Domingo, Josefina Martínez, Nené Mosquera, Purita Díaz, Isabel Oliva, María del Carmen Santana, Rosalía, Ramona y Fausta Pérez, Margot Álvarez, Estrella Rodríguez, Francisca Rodríguez, Estela Infante, Dora Pérez, Asunción y Julia, Hipólita, Nena, Ana María Espinosa, María Luisa Rodríguez, Gloria Pérez, Gilda Izquierdo, Melba, Cachita Díaz, Hermanas Hipólita y Lola, Sor Celina, Teresa Montana, Beba Aguilar, Berta García, Yolanda Luarca, Soralita Rodríguez, Julia Vega, Lina Sarduy, Aida Marrero, Conchita Lezcano, Cita Barrios, Olga, Carmita y muchísimas más.
Debemos sentirnos orgullosos porque detrás de cada nombre de estos hay mucha historia. Aquí hay nombres que seguramente no conocen, pero aquí está le hemos dado la vuelta a toda la geografía de la Arquidiócesis. Aquí hay gente de Sibanicu, de Nuevitas, de Guáimaro, de Amancio, de la ciudad; mujeres “titanes de la fe”, como le gusta siempre recalcar a nuestro cardenal, Mons. Juan.
Hoy termina la jornada de la familia. Tenemos de ejemplo a la familia de Joaquín, Ana y María. También tenemos el ejemplo de José, María y Jesús. El domingo pasado fue la fiesta de otro matrimonio santo, el primer matrimonio que fue canonizado en una misma ceremonia, que fueron los padres de Santa Teresita del Niño Jesús. Él se llamó Luis y era relojero; ella se llamó Celia y tenía un taller de bordados. Los dos, curiosamente, antes de casarse habían pensado cada uno, él ser sacerdote y ella ser religiosa; pero el plan de Dios era otro.
Los dos se casaron cuando él tenía 35 años de edad y ella 27. Ella va a morir a los 46 años por lo que el matrimonio solo duró diecinueve años. Luis moriría a los 71 años de edad. Tuvieron nueve hijos, el último de los cuales fue nada menos que Santa Teresita del Niño Jesús, la patrona de las misiones. En su libro “Historia de un alma”, Santa Teresita habló sobre cómo había sido bendecida con unos padres “incomparables”, dice ella y cómo Dios le había dado una madre y un padre “más dignos del cielo que de la tierra” según su propia frase.
Las familias aquí presentes deben encomendarse a ellos, modelo de familia extraordinario. Es posible ser santo siendo un relojero, y es posible ser santa bordando pañales, y es posible ser santo sin haber ido a la escuela, hay que pedir a Dios el regalo de la santidad, como nos dice el Papa. Acuérdense de la frase del Papa Juan Pablo II: “Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón”.
Esto es muy importante y en estos momentos difíciles por los que Cuba está atravesando. Los otros días conversando con una monja, me decía que ellas también tienen que hacer cola, pero van a otro barrio porque en el que viven ya ha habido muchos insultos y broncas, hay gente que no se habla, y esto les da mucha pena. Nosotros como creyentes debemos ponerle nuestra sal a esta situación desabrida.
Todo esto que va apareciendo, esa nueva sección del noticiero buscando gente que estaba en ilegalidades que aunque lleve tiempo haciéndolo, ahora lo ponen en la televisión. Y gracias a Dios que ya no los esposan y los rostros no se ven porque se estaban violando una serie de principios, ya que estos no son culpables hasta que no se demuestre en un tribunal. Nosotros como cristianos debemos echarle sal.
De Santa Teresita del Niño Jesús hay una anécdota para que vean lo que puede pasar también en un convento de monjas. Se llama “El amor a los enemigos”:
Esto sirva para todas las familias, para la comunidad, para el clero, los vecinos de una cuadra…
Queridos hijos e hijas, me hubiera encantado comentarles la primera lectura donde Dios le dice a Salomón: pídeme lo que quieras que te lo voy a conceder. ¿Ustedes se imaginan que Dios les diga esto ahora mismo a cada uno? ¿Qué le pedirían? ¿Una caja de pollo? Salomón le pidió sabiduría para gobernar Tu pueblo. Y dice la lectura que Dios le dice a Salomón que por no haberle pedido riquezas, la caja de pollo; larga vida, la salud del cuerpo; la vida de los enemigo, no querer “piedras en el camino”; por no haberle pedido ninguna de estas tres cosas, te voy a dar la sabiduría.
Me gustaría haber hablado del Evangelio, tres parábolas de Jesús: el tesoro que encuentra un hombre en un campo y vende todo lo que tiene para comprar ese campo; el comerciante que se encuentra una perla y vende todo lo que tiene para comprarla; y la red que se tira en el mar y recoge todo tipo de peces, los pescadores la traen a la orilla y escogen a los buenos de los malos. Todo es comparando el reino de Dios.
Dejo para el final la última enseñanza. Es una anécdota de dos hermanos que se pelearon.
Cuba está viviendo circunstancias difíciles, el futuro no sabemos cómo será y nosotros tenemos que construir puentes. Ojalá que en nuestro barrio tendamos puentes entre los vecinos que no se llevan, seamos constructores de puentes y sembradores de paz. Que así sea.
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