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El título de Papa se usa popularmente desde el siglo IV para designar al Jefe de la Iglesia en todo el mundo, pero es un jefe espiritual, porque no tiene territorios, ejército, dinero, armas, poder temporal. Sus títulos más correctos son: Pastor Universal, Santo Padre, Obispo de Roma, Vicario de Jesucristo o Sucesor de San Pedro.

El Papa es una persona muy importante para todos los hombres y especialmente para los católicos, pero no porque sea muy bueno o muy sabio, sino por lo que representa. En la larga historia de siglos de la
Iglesia hubo algún Papa que no fue digno de representar a Jesucristo, pero era el Papa.

Para nosotros el Papa es el que representa a Jesucristo porque así lo quiso el mismo Jesucristo, no porque lo quisiéramos nosotros. Nosotros no inventamos al Papa, lo encontramos inventado por Jesucristo mismo. Y vamos a explicar esto basándonos en el mismo Evangelio de nuestro señor Jesucristo.

Jesucristo escogió a doce paisanos suyos que eran hombres muy sencillos y los transformó espiritualmente y les dio poderes espirituales que no les dio a otros discípulos suyos. Y con esos doce apóstoles fundó
la Iglesia a la que nosotros pertenecemos por la fe y por el bautismo. Uno de esos apóstoles era un hombre vehemente, impetuoso, franco, de profesión pescador y de nombre Simón.

Jesucristo lo encontró un día a la orilla del mar calafateando su barca, limpiando de sargazos las redes, escogiendo los peces… y le dijo: “Ven, sígueme y te haré pescador de hombres” (Mt 4, 19) y él, dejando
allí la barca y las redes, siguió para siempre a Jesucristo.

A este apóstol llamado Simón, Jesucristo le dio evidentemente una misión que no le dio a los otros once apóstoles; por eso el Nuevo Testamento menciona ciento setenta y una veces a este hombre. ¿Por qué lo escogió a él y no a otro? No lo escogió por los méritos que tenía porque Simón es el que niega tres veces a Jesucristo por cobardía el Viernes Santo.

Diríamos que porque tenía condiciones de líder para esa misión, pero nosotros creemos por la fe que Jesucristo le dio por gracia esas cualidades cuando lo llamó y lo eligió.

Este apóstol se llamaba Simón, pero un día, haciendo un curioso juego de palabras, Jesucristo le cambió el nombre repentinamente y le puso un nombre que significaba lo que Jesús quería que él fuera en esta vida, le dijo: “Simón, yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y yo te daré las llaves del reino de los cielos y todo lo que tú ates sobre la tierra será atado en el cielo y todo lo que tú desates sobre la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 16, 18-19). Indiscutiblemente las palabras piedra, edificar, llaves, atar, desatar son palabras muy significativas que hablan por sí solas. La palabra piedra da idea de durabilidad, solidez, firmeza, cimiento. Como las palabras atar y desatar dan idea de facultad para decidir, gobernar, dirigir.

En otra ocasión Jesucristo le dijo: “Mira que el enemigo los va a zarandear a ustedes como se zarandea el trigo, pero yo ruego por ti para que tu fe no se venga abajo y tú, fortalecido, fortalezcas a los demás” (Lc 22, 31) Otra vez Jesucristo le dijo tres veces seguidas: “Cuida
mis corderos, cuida mis ovejas” (Jn 21, 15) y en la Biblia repetir una cosa tres veces significa una afirmación fuerte.

Por eso en todos los Evangelios el apóstol Pedro aparece siempre como el representante de todos los apóstoles, el que habla y responde en nombre de todos, los demás apóstoles son llamados “los que están con Pedro” (Mc 1, 36), su nombre encabeza siempre la lista de los
doce. Evidentemente él tuvo una misión que no tuvieron los demás, hay cosas que Jesucristo le encargó solamente a Pedro.

Pedro tiene en el grupo de  los once apóstoles unas funcio- nes de representación y de iniciativa que le dio Jesucristo. Y cuando Jesucristo murió crucificado, resucitó y delante de todos subió a los cielos, Pedro
se fue a Roma a predicar el Evangelio y a cumplir lo que Jesucristo le había mandado: cuidar a los demás, fortalecerlos en la fe, unirlos, guiarlos como cabeza de la Iglesia naciente que se iba extendiendo por el mundo, como continuador de lo que Jesús había hecho y dicho.

Allí en Roma mataron a Pedro en el año sesenta y siete de nuestra era cristiana, porque el emperador Nerón, un hombre terriblemente sanguinario cuyo nombre nadie en este mundo ha querido ponerse y  únicamente se pone a los perros muy feroces, se molestó con los cristianos porque enseñaban que solamente se podía adorar a Dios y Nerón quería que lo adoraran a él como a un dios. Nerón tomó entonces la determinación de acabar con los cristianos y se dice que él mismo provocó un incendio grande en Roma para echarles la culpa a los cristianos y encontrar un pretexto para ordenar la persecución y muerte de  todo el que fuera cristiano, y uno de los primeros que cayó fue Pedro, el representante de Jesucristo, el primer Papa. La tradición dice que lo mandó crucificar, pero que Pedro pidió que lo crucificaran bocabajo porque él no se consideraba digno de morir igual que su maestro Jesucristo.

Los hermanos cristianos lo enterraron en una pequeñita colina de Roma que se llamaba Vaticano, sobre la que levantaron una iglesia cuando cesaron las persecuciones. Y en este mismo sitio está ahora otra iglesia
muy grande, la Basílica de San Pedro, donde se celebra la misa sobre la misma tumba de san Pedro.

Pedro murió como todo hombre, y lo enterraron como todo hombre, pero la misión de ser piedra, roca, pastor, el poder de abrir, cerrar, atar y desatar no fue enterrado, porque a Pedro le sucedió Lino y a Lino le sucedió Cleto y a Cleto le sucedió Clemente… y así sucesivamente, siglo tras siglo, sin interrupción, como una larga cadena de eslabones, sin ningún eslabón perdido, hasta hoy en que un hombre llamado Jorge Mario Bergoglio, bajo el nombre de Francisco, hace el número 266 en la sucesión ininterrumpida de los Papas.

No sé de otra cosa igual en la historia de este mundo y no es fácil de explicar humana y sociológicamente este misterio, si no aceptamos la acción del Espíritu Santo en su Iglesia y las palabras de Jesucristo “Yo  estaré con ustedes hasta el fin de los siglos” (Mt 28, 20), y por estas razones decimos y creemos firmemente que el Papa es sucesor de Pedro, el Vicario de Jesucristo en la tierra.

Cuando muere el Papa, los Cardenales de la iglesia se reúnen inmediatamente y eligen al sucesor. El que es elegido Papa se cambia el nombre escogiendo uno de los nombres pontificios históricos, por lo cual si el próximo Papa quisiera llamarse Juan, sería Juan XXIV, si quisiera llamarse Juan Pablo sería Juan Pablo III, si quisiera llamarse Benedicto sería Benedicto XVII y si quisiera llamarse Francisco sería Francisco II

Ninguno ha querido ponerse el nombre de Pedro en señal de respeto al primer Papa, san Pedro. Por lo tanto, para nosotros, el Papa:

• No es Dios, pero es la voz de Dios.
• No es Jesucristo, pero es el representante visible de Jesucristo invisible, es su Vicario, que quiere decir “el que hace las veces”.
• No es la luz, pero es el faro que nos señala donde está la luz.
• No es un rey, un presidente, un general, pero preside a la Iglesia en caridad y en la fe, y tiene la autoridad suprema de la Iglesia.
• No es un poder terrenal, pero es el principio de la unidad y sirve a la comunión de la Iglesia.
• No es la Iglesia, pero es la cabeza de la Iglesia, la roca sobre las que la Iglesia está fundada.
• No es el dueño de la Iglesia, pero es el Pastor Universal de los creyentes.
• No es san Pedro, pero es el sucesor de san Pedro.
• No es distinto a los demás, pero es el Padre común y tiene un puesto preeminente en la Iglesia.

Por eso le decimos: Santo Padre, Pastor Universal, Sucesor de san Pedro, Vicario de Jesucristo.

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