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Felipe y Santiago fueron dos apóstoles llamaos por Jesús a seguirlo y a continuar su labor de edificar el Reino de Dios. Su fiesta se celebra el mismo día porque es cuando ambos mueres, aunque en diferentes fechas y lugares. Los cuerpos fueron trasladados y están enterrados juntos en la Basílica de los Santos Apóstoles de Roma.

Felipe aparece por primera vez en el evangelio de San Juan, también es pescador y el  tercero llamado por Jesús (Jn. 1, 43). Se sabe que Felipe reconoció de inmediato que Jesús era el Mesías e invitó a su amigo Natanael a que fuera a ver al Señor. ¡Felipe quería compartir la Buena Noticia desde el primer instante!
Después de recibir el Espíritu Santo, en Pentecostés, Felipe viajó a Asia Menor, lo que es Turquía en la actualidad, para hablarle a otros acerca de la vida de Jesús. Allí murió como mártir de nuestra fe.
Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, otro apóstol y evangelista, fue uno de los primeros discípulos en derramar su sangre y morir por Jesús. Es uno de los tres discípulos más cercanos. No solo estuvo presente en los momentos cruciales de la vida de Jesús: en la Transfiguración del monte Tabor y la oración del huerto de los Olivos, sino que también formó parte del grupo restringido que fue testigo de su último milagro: su aparición ya resucitado a orillas del lago Tiberíades.
Tras la muerte de Cristo, Santiago, apasionado e impetuoso, formó parte del grupo inicial de la Iglesia primitiva de Jerusalén y en su labor evangelizadora se le adjudicó, según las tradiciones medievales, el territorio peninsular español, donde llevó al Buena Noticia. Luego regresa a Jerusalén, según los textos apócrifos, para acompañar a la Virgen en su lecho de muerte junto a los otros discípulos. Allí fue torturado y decapitado hacia el año 42 por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea.
Las vidas de estos dos apóstoles nos inspiran a responder al llamado del Señor con amor y fe.

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