- Detalles
- Escrito por Arzobispado de Camagüey
- Categoría: PORTADA
- Publicado el 22 Febrero 2021
1) Motivación:
Comenzamos esta lectura haciendo silencio exterior e interiormente.
Creamos la actitud interior de “escuchar a Dios”.
2) Lectura del texto:
Marcos 1, 12-15. Leemos muy despacio, atentos a este texto.
3) Comentario:
No existen los tiempos ideales. Pueden existir tiempos favorables y momentos ideales, pero no existen los “tiempos” ideales.
Para Jesús llega el tiempo de iniciar su vida pública. Para asumirlo, hace un corte con su cotidianidad:
deja su casa, su trabajo, su mundo social. Se interna en la aridez del desierto. Se enfrenta con el demonio, que por definición es aquel que obstruye el camino, el que se opone a la lógica de Dios mostrando el atractivo de pensar en uno mismo, desinteresarse de los demás, hacer lo que a uno le gusta… Y luego empieza una vida errante, predicando a un pueblo que no era mejor que el nuestro, que no estaba
precisamente apasionado por hacer su vida más dócil a Dios. ¿Eran tiempos ideales? No, eran tiempos duros, pero Jesús tiene muy claro lo que quiere hacer, lo que quiere elegir. No es el tiempo el que marca a Jesús, es Jesús quien marca a su tiempo.
¿Cuál es el tiempo ideal para casarse, tener hijos, cambiar de trabajo, o de ciudad, o de país? ¿Cuál es el tiempo ideal para asumir un compromiso caritativo o social? ¿Cuál es el tiempo ideal para realizar sueños o proyectos metidos en el alma? Pueden existir, repito, tiempos favorables, pero no ideales.
Esto mismo sucede con la fe. No existen los tiempos perfectos para vivir la fe: los días ideales para rezar, para leernos un libro de la Biblia, para asistir a Misa incluso. No existen los tiempos en los que se
hace más fácil o más cómodo ser coherentes con el Evangelio, abrirnos a la caridad y ver al prójimo como a un hermano. Momentos sí, tal vez, pero sólo eso, momentos.
Integrar a Dios en la cotidianidad nos da una vida diferente, pero Dios no se ve, no nos habla al oído, no lo sentimos a nuestro lado ante la necesidad de otro. Y eso sin contar con que vivimos rodeados de reclamos, ocupaciones, preocupaciones, imprevistos…, y el día en que amanecemos sin nada de esto, ese día nos duele la cabeza o nos falla el ánimo.
En realidad, sólo nosotros podemos ser los tiempos ideales, cuando decidimos proteger lo que amamos y organizar nuestra vida de tal modo que todo lo que nos tira se ubique para dejar espacio a lo que consideramos importante.
La Cuaresma es un tiempo en el que se nos vuelve a hacer una pregunta: ¿es Dios quien marca tu cotidianidad, o es alguien que, poco más, poco menos, se asoma de tanto en tanto a tu cotidianidad? Porque esto no depende de “los tiempos”. Nosotros somos los tiempos.
4) Aplicación a nuestra vida.
Volvemos a leer el texto y dejamos que la Palabra de Dios nos cuestione, y compartimos juntos:
1. La fe no es algo abstracto sino algo que se vive en la cotidianidad y que se muestra en el diálogo diario con Dios y en el contar con Dios en la toma de decisiones. Si tuvieras que mostrar la presencia de Dios en tu cotidianidad, ¿cómo lo harías?
2. En este momento, ¿estás suficientemente conforme con tu vida de fe, o no estás del todo satisfecho con el modo en que vives tu relación con Dios? En este último caso, ¿qué sientes que te falta? ¿Qué puedes hacer para empezar a caminar hacia lo que quieres?
3. Tú eres tu tiempo ideal, tú decides cuánto quieres proteger lo que amas, tú decides cómo organizar tu vida para que lo que te importa tenga espacio. ¿Necesita tu familia que organices mejor lo que tira de ti para que ella pueda tenerte más? ¿Cómo?
5) Conclusión.
Dios puede hacerse presente de muchos modos en la cotidianidad de una familia y, de hecho, es muy posible que cada familia viva esa experiencia de modo incluso automático. Por eso, como familia, tomamos
conciencia de un modo en el que Dios se hace presente en nuestra cotidianidad, para vivirlo esta semana con mayor conciencia.
Una vez hecho esto, tomados de la mano, rezarán un Padre Nuestro y un Ave María.
Al finalizar, harán la señal de la cruz mientras uno, en nombre de todos, dice: “Que nos bendiga Dios Todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu Santo”. Amén.