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Camagüey, 3 de abril de 2016
Año de la Misericordia
Queridos hermanos:
Demos gracias a Dios, que nos dejó gozar de la compañía de nuestra hermana Bertha Rodríguez por tanto tiempo, y demos gracias también por tantas cosas buenas que nos aportó: hija, esposa, madre, abuela, bisabuela, amiga, MAESTRA (así con mayúscula), de tantas generaciones.
Esta última labor la desarrolló con mucho amor, devoción y con su carisma para con los más pequeños. Y qué decir de su adhesión de fe profunda y cordial, de su cercanía, de su amistad.

Lleva un mundo dentro de sí tan grande, y sin embargo, tan sencillo. No consiste en otra cosa que un amor muy grande a Jesús y una ternura infinita a María.
Como dice el Salmo 119 1-3: felices los que conducen sin tacha y los conducen las enseñanzas del Señor. Felices los que atienden a sus mandatos y lo buscan de todo corazón. Los que no hacen nada malo, los que siguen el camino del Señor.
Demos gracias a Dios por lo que sabemos y lo que no conocemos de su persona, que Dios la recompense en el Cielo. Así como ¿cuál será la recompensa de quienes la cuidaron, alimentaron, bañaron y la acompañaron mañana, tarde y noche en medio de esa enfermedad terrible?¡Imagínenla!
El 30 de marzo se nos fue, dejándonos ese mensaje de elegancia y altivez que la caracterizó.
Solo hagamos un minuto de silencio para recordar con gratitud y alegría todas sus obras.

Gracias a Dios.
Comunidad de Senado.

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